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sábado, 20 de agosto de 2011

La vuelta a los años ochenta

Al intentar hacer una crítica sobre Super 8, me dan ganas de ponerme a comer campurrianas y encender la tele a ver si anuncian E.T… Lo que quiere decir que no me creo que Spielberg no haya metido mano en la cinta (por algo la produce) dirigida por J.J. Abrams, aquel  chorbo famosísimo para los fans de Perdidos, una serie que dicen que ha cambiado el panorama televisivo y que nunca me llegó a enganchar.
Quizá el gran acierto y el gran problema de la cinta sea que Abrams imita tanto a Spielberg que cae en los mismos errores que aquel en los años ochenta. Esto es: Acabar las películas de aquella manera tras un principio acojonante, aunque sin los toques geniales del director de Indiana Jones.
La historia de los niños me emociona y me divierte desde el principio. Son entrañables y graciosos (me arrancó varias carcajadas) estoy como loco por volver a tener doce años y gracias a Super 8 puedo volver a vivirlos. Lo aprovecho sin dudarlo y me sumerjo en ese grupo de amigos que quieren hacer una película por pasar el rato a las órdenes del más mandón que se cree Hitchcock dirigiendo.
Son esos chavales los que presencian un accidente de tren brutal que desarrollará la trama principal. Unos curiosos cubitos metálicos que el ejército se encarga de recoger para mantener el alto secreto. Por supuesto, los oficiales de EEUU son tan listos que se van a tirar buscando a los chavales largo rato, después de intuir sus figuras en un coche en la noche de la catástrofe del tren.
De eso trata Super 8, de tener doce años y vivir aventuras, de creer en la magia, de escaparte de los adultos y esconder tus secretos, de esos amigos inseparables e irrepetibles.
Como en toda americanada hay una historia de amor entre dos personajes solitarios. Ella lleva una vida de aupa al lado del borracho de su padre y quizá por eso encuentre al prota, un pobre chaval without madre que las pasa canutas con el ciclado de policía que tiene por progenitor. Entre ellos surge la magia de las primeras miradas y las primeras caricias, las primeras confesiones…
En esto se me va una hora, y yo -que puntuó las películas- pienso en darle un ocho cuando llegue a casa, pero la cosa empieza a empeorar. El ejército da el toque de queda para encontrar al Alien perdido y las situaciones me las dejo de creer. Muchas marcianadas bastante espectaculares, personajes secundarios que aparecen y desaparecen y una subtrama familiar que deja bastante que desear.
Aún así, cuando termina los créditos me vuelven a dar otra sorpresa y vuelvo a casa lleno de magia. Es esa magia parecida a la que desprendían E.T, Encuentros en la tercera Fase o Los Goonies. La ilusión irrepetible que surge cuando se juntan el cine y la infancia.